Los Creadores




Nací católico. No voy, por aburrido, a relatar cómo fue que llegué, como muchos, a convertirme en un apóstata. Debo aclarar, en todo caso, que no dejé de creer en la existencia de un Gran Creador Universal. Por comodidad le llamo Dios, aunque mi imagen de este ser no se ajusta en casi nada a la del ser supremo del católico. Por decirlo de algún modo, mi modelo de Dios es el de un ser harto más cínico y despreocupado, que no tiene ningún interés en juzgar nuestros actos. Para mejor explicar el asunto, creo que Dios, el gran demiurgo, es como un escritor, guionista y director: El universo, es el escenario en que se representa su obra. Nosotros y nosotros y quizás quienes innumerables otros, en innúmeros lugares del inconmensurable universo, somos, todos, los actores que representamos su obra. No hay en esto amores recíprocos, premios ni castigos, nada. Sólo somos una obra, quizás de arte teológico, quizás fallida o exitosa u olvidada en un rincón de un sucio taller de un ser fracasado, aunque supremo. Esta visión es absolutamente herética en la teología católica.

Otra gran diferencia, que deriva de la anterior, es que no se comprende cómo podría ser Dios, desde la visión de las creaturas, sin reconocer el panteísmo. Desde nuestra visión el creador inconmensurable y perfecto, no puede adolecer de imperfección alguna, de manera que si, por ejemplo, yo no soy una parte de su naturaleza, y soy libre de él y distinto, mi albedrío sería su imperfección, lo que lo privaría de ser Dios. Sería como un autor que no puede crear el rol de sus personajes, por lo que dejaría de ser el Autor.

En fin, el modelo de un dios autor más que supremo o creador, aún cuando así lo sería para las creaturas personajes de su obra, me seduce cada vez más. Siempre que caigo en este vórtice del pensamiento espiritual o místico, se me refuerza y complementa esta visión. Hoy estoy dejando por escrito estas ideas porque he llegado a concluir algo que al menos no he visto nunca expresado, aun cuando es posible que muchos, antes que yo, lo hayan concluido y no lo hayan explicitado, o no hayan tenido éxito en hacerlo. Desde luego tomo como axioma la existencia del creador ya reseñado, que ha creado en la potencia de su pensamiento, y de esa naturaleza, nuestro universo y nuestra realidad toda. Así, pues, la materia, la energía, la entropía y la calma, el caos y la entalpía, serían el material de lo que estaría hecho el pensamiento de este ser, nuestro origen. La cuestión a dilucidar sería el motivo por el que éste, nuestro supremo, habría decidido crear el universo; y si creó el nuestro: ¿No habrá creado varios otros? así como un autor escribe muchas novelas, varios cuentos y relatos.

De esta forma, podrían coexistir varios universos creados por Dios. Pero entonces surge la pregunta: ¿Y para qué? ¿Por qué Dios crearía uno o varios universos? ¿Qué lo impulsaría a una acción tan arbitraria? ¿Tal vez sea una tarea impuesta? ¿Será, Dios, un estudiante de primaria de la especie de los Dioses? ¿Será nuestro universo su primera tarea y por eso lo sentimos tan imperfecto?. Sigo pensando en eso, y girando en torno al asunto, porque también puede Dios, ser un gran creador, y este universo multiforme y pleno de misterios, donde tal vez los habitantes de un rincón lejano en algún lugar apartado no saben de la existencia de otros seres parecidos y distintos que reflejan sus mismos dramas, pero, por ejemplo, de manera totalmente antisimétrica; ser su obra cumbre con la que se ha hecho merecedor del gran premio de los dioses de su especie. ¿Cómo saberlo? Quizás la mas celebrada característica de su creación sea que los seres creados niegan su existencia y reniegan de su argumento, lo que refleja la miseria que sufren todos los dioses en los avatares de su eterna existencia y eso lo ha hecho merecedor de enorme prestigio. Quizás, también, muchos de esos dioses han creado muchos otros universos de una diversidad infinita de sabores y formas, con los que han llenado universotecas y universotecas, que otros dioses dedicados a otros asuntos revisan, comercian o disfrutan.

Kepa Uriberri