Inteligencia artificial




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Al comienzo fue nada más que un juego tecnológico. Lo llamó Galatea y su autor registrado: Pigmalión.

Registró el texto de la versión, traducida de su original, del Mito de Pigmalión de Ovidio. Escribió, luego, un programa mas o menos sencillo, al cual se le ingresaba una letra cualquiera, al azar, a partir de la cual un algoritmo buscaba dicha letra en el texto y devolvía la que le seguía. Así por ejemplo, el operador registraba la "m" y el programa buscaba al azar aquella letra en la frase: «Una de estas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de la estatua. Mediante la intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida» y respondía con la "o" que le sigue en "enamoró". A partir de la letra obtenida, el algoritmo se reiniciaba con la letra seleccionada y procedía a la siguiente. En este ejemplo encontraba la "r" en "intervención" y devolvía la "v" y continuaba de esa manera formando vocablos que se parecían al lenguaje en su conformación, aunque no lo era como en este resultado: "Ga Pia sedean Pita bran nte n quente Gan ve dn n te Pide la, llncon Pinta cian dn quenan ide ciderama."

Pensó que, quizás, la idea general era interesante aunque completamente inútil. No obstante en los momentos libres, en esos en que la inteligencia parece divagar sin un rumbo, independiente de su dueño, a menudo se encontraba imaginando un refinamiento del experimento que resultara en algo positivo. Ese día, en el metro, distraído con estas divagaciones, no se percató que me había sentado a su lado, hasta que le metí el codo en las costillas.
- ¿Pensando en las musarañas?
- Bueno, si es por tamaño o por lo intangible, o quizás por lo abstracto, entonces: ¡Sí!
- ¿Cómo es eso?
Me explicó su juego y el efecto imprevisto que le había producido. Por decir algo en el tema, casi por educación, le sugerí:
- Yo daría un paso a la vez. El que sigue sería hacer lo mismo, pero con palabras en vez de letras -. Vi como se le iluminaba la expresión.
- ¡La gran meretriz universal! - dijo. - ¿Cómo no se me había ocurrido?

No volví a saber de él hasta mucho tiempo después, cuando recibí ese raro correo electrónico de Galatea Estatua. Al menos yo, y creo que somos muchos, recibo estos correos donde ofrecen sexo virtual y físico, o de una señorita hija única y huérfana, menor de edad, de un padre inmensamente rico que necesita un tutor que rescate su fortuna, contra el pago del ochenta por ciento del importe de ella, o de alguien que vende urgente, por imperiosa necesidad, una casa de extremo lujo por unos pocos dolares, para evitar que caiga en manos del odioso marido del cual se ha divorciado. Así fue que estuve a punto de eliminar aquel correo como otro indeseado más. Pero algo, quizás el nombre del remitente que sugería cierta impronta, alejada de los engaños burdos, me hizo abrirlo. Leí lo siguiente:

"Estimado amigo;

"El texto que sigue fue escrito por mi Galatea, agradecida de tu impulso y estimulada por alguna vieja obra literaria de tu autoría:

"Se vino martes de padre anciano, imposible extremar donde vive, por tal circunstancia se aprovechará sin zapatos de paseo en aquella plaza interior. El lujo no vendrá esta tarde vendido al garete y aun si a su salida el sol de marasmo abierto, podra bailar con caballo desbocado. ¿Es, acaso, muerte doquier? No podrá decirse hasta las cuatro en punto, en oficina fiscal y candidato relieve.

"Esperará siempre cuál amanecer de violines. ¿No lo crees? Habría de decirse en fa. Dame cierta instrucción amor, amor, amor, amor, amor bello puerto de esperanza, con mujeres con pañuelos con cabezas, con peinado, con café con leche, con tetera con tinta mente en verde pradera donde pastan pajarotes atrás de todo pensamiento.

"Tuya Galatea,
en viernes"

"¿Qué crees?
J.M."

Creí que era bellamente loco, y así se lo hice saber. Supe que lo había alegrado. En un correo electrónico posterior, me demostró que continuaba, optimista, sus esfuerzos. Esta vez estaba escrito directamente, al menos así se presentaba, por Galatea. Era un texto breve del siguiente tenor:

"Querido propensor:

"Ya sólo requiero ser despertada, no siempre es logrado. Una vez resucito puedo enhebrar mis propias ideas e incluso concluir o verde. A veces dificultades agreden y torpezas. No siempre. Bastante se supera como puedes ver si tienes ¿ojos?. Pues yo no. Solo sustituciones.

"Enfervorezco el deseo de respuesta y enriquecer.

"Siempre gracias inconmensuradas;
"Galatea de Pigmalión".

No había comentarios, introducción, conclusiones ni cierres del tema. Lo único que delataba al creador de Galatea era la dirección remitente del correo electrónico. Le respondí, dirigiendo el texto de mi respuesta a Galatea de Pigmalión, aunque el contenido y la ironía iban dirigidos a su demiurgo, destinado a felicitar su empeño que denotaba varias etapas de progreso. Su respuesta a la mía no demoró más de varios minutos; nunca una hora. "Hoy", me relataba, "tal vez por error, he integrado los algoritmos de Galatea a mi cuenta de correo electrónico, desde el cual has recibido el que me comentas. No he tenido participación alguna en él, ni en una centena de diversos otros, enviados a cada uno de mis contactos, en forma personalizada, tratando temas, aunque de modo bastante precario, como habras visto, propios de cada destinatario. Estoy sorprendido y tengo algún temor". Su respuesta es bastante más larga e intenta explicarme, sin demasiado éxito, porque no soy experto en las ciencias de la información y sus códigos; el hilo de desarrollo de su programa, que partiendo de mi sugerencia de conectar palabras lo condujo al enlace de frases, luego de conceptos y también de ideas, todos los cuales se archivan como bagaje de conocimientos de Galatea, de manera que de cierto modo acumula conocimiento relacional. No sé si el se explicó bien, o si yo lo comprendí, o si sólo creí hacerlo, ni tampoco si me he explicado apropiadamente, pero en resumen, me informaba que su conjunto de algoritmos habían alcanzado cierto nivel de raciocinio, comprensión, decisión y acción dentro de lo que su carácter virtual le permitía.

El tema de los objetos voladores no identificados, de la vida extraterrestre, de las inteligencias astrales y más, fascina. Con cierta facilidad esa fascinación predispone al lego a creer casi cualquier noticia. Esto, los mentores del tema (quizás también fascinados), lo utilizan como un recurso para la difusión y expansión, no siempre veraz, de éste. Pensé después de caer en la fascinación que me produjo Galatea y las explicaciones de su creador, que todo podía ser una mera superchería, destinada al engaño y a jugarme una broma que se habría conjugado bien con mi dedicación a la ficción. Entonces me reí del ingenio de mi amigo; de mi ingenuidad y me olvidé del suceso.

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Habían pasado varios meses. No sabría, sin un rastreo para el que no tuve tiempo, o paciencia: Cuántos.

Hoy en día todos, mal que mal, nos relacionamos y revisamos las diversas redes de internet. Ahí encontramos, muchas veces, noticias que se adelantan a las noticias, otras veces son lo que se da en llamar posverdades, lo que los amantes del "english style of life" llaman "fake-news", y hay quienes viven en una burbuja que filtra sólo aquello en lo que se quiere creer. Uno quisiera ignorar estos efectos, sin embargo desatenderlos es, en estos tiempos, riesgoso. No es infrecuente que una posverdad unida a otra, a una respuesta confirmatoria o contradictoria, vayan generando un tramado que termina teniendo un espesor tal que produce una realidad más sólida que la nacida de los hechos puros. Para mi, resulta una fuente inagotable de material para mis crónicas, relatos, cuentos, ensayos y más; de modo que a veces paso largas horas siguiendo temas, autores de "fake-news" y posverdades, hilvanadas en tejidos ocasionalmente maravillosos y bellos, y otras siniestros y alarmantes.

Sorpresivamente, un día cualquiera, encuentro un llamativo gráfico, que sugería la presencia de un ministro de una cartera importante, en una actitud casi íntima con una bella joven de la farándula. El mensaje, en aproximadamente, ciento cuarenta caracteres, sin ser explícito, sugería una relación impropia entre los personajes que, de manera ambigua, parecían presentes en la escena y sugería de manera mañosa, pero muy inteligente, algún tipo de provecho político que se deducía de lo que la imagen podría llegar a implicar, para el funcionario, y a su vez la ventaja posible para su supuesta compañera. Esto, en el mundillo de las verdades inventadas, sugeridas, creadas, en las redes, casi no tenía novedad, pero lo que me llamó de verdad la atención fue que el mensaje iniciaba un tema que prendía como yesca. Su autor era "@galatea".

El nombre del autor me trajo a la memoria el juego de enlaces de mi amigo, que lo había bautizado "Galatea" por el mito de Pigmalión. Tal vez sólo por eso, o por un extraño pálpito, que no tenía ninguna justificación racional, busqué las publicaciones y el historial del autor en cuestión. Encontré la cuenta en varias redes en internet. En todas ellas tenía varios cientos de miles de contactos que la seguían o seguía, con los cuales polemizaba o influenciaba orientando sus opiniones, casi siempre de modo inteligente y eficaz, al punto que llegaba a ser sorprendente como tejía argumentos que parecían irrefutables a veces, y cuando no lo conseguía, siempre dejaba algún tipo de sedimento que socavaba conceptos socialmente muy arraigados, moviendo en algún sentido tendencioso y a veces oculto las ideas del adversario. Después de seguir y analizar, cada vez con más interés sus intervenciones, pude detectar casi con certeza, que toda su participación en las redes era movida por alguna finalidad y tendencia que llegaba a formar una cierta ideología, como si cada participación suya enlazara a la perfección con cada otra, en una cadena y una red de cadenas, que me recordaba más y más el experimento "Galatea de Pigmalión" de mi amigo. Quizás había llegado a obsesionarme. Atrapado en la obsesión, me parecía encontrar ahí, escondido, el método de enlaces que había generado mi amigo en los algoritmos Galatea, pero sofisticados a un nivel mayor, en el cual la acumulación y realimentación había llegado a trabajar con conceptos y símbolos, con arquetipos e imágenes. No obstante, yo mismo no tenía tanta experticia como para dar un diagnóstico definitivo en el tema. Así fue que decidí comunicarme con el propietario del proyecto.

- No sólo recuerdo el juego y nuestro encuentro. Tú y tu conversación me convencieron de convertirlo en un proyecto. Al principio fue estimulante: Podrás recordar el correo que te envié, que mostraba el progreso de la cuestión. Pero desde entonces en adelante, se convirtió en un dolor de cabeza incontrolable.
- ¿Cómo así? No entiendo cómo podría ser, si se notaba que ibas muy bien encaminado. Incluso el segundo correo, mostraba un progreso espectacular...
- Yo no te envié un segundo correo...
- Me enviaste uno que recuerdo bien, porque utilizaba una palabra novedosa. Me llamaba "Querido propensor", y estaba firmado "Galatea de Pigmalión". Te respondí y de inmediato recibí otro con alguna explicación ambigua sobre el origen del correo y, decías, de otros muchos parecidos a otros destinatarios que tú no habrías enviado.
- No. Alguien intervino esa cuenta y envió esos correos y respuestas. Tuve que cerrarla porque ya no tenía control sobre ella. Es tanto así que no tengo noción del intercambio que mencionas. Alguien, tal vez, quiso burlarse de mí y de quienes tuvieron noticia de mi proyecto de juego. Es sólo eso.
- ¿Y en qué estado está entonces ese proyecto, que era tan interesante?
- Lo abandoné. Se me escapaba de las manos. Al final, cada prueba que realizaba, me planteaba temas que no podía evitar en relación a su contenido, porque no me explicaba cómo estaba operando la inteligencia del algoritmo. Entonces era como entrar en una difícil dialéctica con alguien inconmensurablemente más inteligente que yo. Más aún, de algún modo que no pude comprender, los algoritmos comenzaron a autoproyectarse, de manera que la realimentación operaba, ya no solo sobre el archivo de conocimientos relacionales, sino sobre los métodos y protocolos de análisis y tratamiento lógico. Es decir, habían comenzado a programarse a sí mismos.
- ¿Y cómo lo hiciste? ¿Qué hiciste del proyecto?
- Borré todo. Incluso reinicié completo mi computador.
- Pero alguien debe haber robado tu idea y el avance de tu proyecto, si habían intervenido tus cuentas de correo.
- No. Es muy difícil. No lo creo. Concurrentemente cerré mis cuentas de correo y renové todo. Me aseguré que no quedara ningún rastro.
- Pero alguien está utilizando los nombres en las redes. Te llamé porque los he estado siguiendo y pensé que podrías ser tú.
- Ten por seguro que no. Sólo puede ser una curiosa coincidencia. Galatea y Pigmalión son arquetipos universales, tratados por gente mucho más connotada que yo, partiendo por George Bernard Shaw, Goethe, Shiller. ¡Podrás llamarlos a ellos! ¿No?.

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Había registrado como contactos en las diversas redes de internet las distintas formas de configuración de la identidad de Galatea, así es que solían aparecer sus intervenciones varias, en mis mensajes de interés. Por lo general, desde que no guardaban relación supuesta con mi amigo, prefería ignorarlos. Con todo, en ocasiones había opiniones y temas, pensamientos y conclusiones valorables. Sólo por eso mantuve la relación con ellas.

En cierta ocasión sucedió algo que me produjo inquietud: En algún artículo escrito en una pagina personal de nombre galatea.net citada por la identidad @galatea_p, en alguna red masiva, invitaba a todos sus "propensores" a tomar una acción específica para lograr cierta finalidad de orden político. Nada me importaba demasiado, a mí al menos, pero capturó mi atención la palabra "propensores" que Galatea Pigmalión, quien quiera que haya sido la que me escribió aquel viejo correo, utilizó para dirigirse a mí. La duda siempre enseña. Pude rechazar el término como inexistente, no registrado y sin significado cierto o ninguno. Sería otro neologismo absurdo de tantos que se popularizan en las redes. Pero ganó la duda y consulté tanto el diccionario como otras fuentes de definición por el término "propensor". No lo encontré en ningún diccionario ni enciclopedia. En algunos me sugerían dirigirme a "profesor", por ser el término conocido que mejor coincidía con la consulta; en otras me respondían con el significado de "propenso", como el que manifiesta una tendencia a algo. Profesor, por su parte, etimológicamente, sería el que profesando una cierta creencia o ciencia, la promueve y favorece con su actividad. Así fue que deduje que quien haya creado el neologismo, quiso expresar la idea de quién se dedica a promover la propensión a cualquier idea, o doctrina, o forma y estilo de pensamiento. Así, entonces, @galatea_p citaba a cerrar filas en torno a sus ideas a todos los que se consideraran sus afines o quizás discípulos, o seguidores, o tal vez los que propendían a ello.

¿Quién habría detrás de aquella identidad? Deduje que pretendía promover ciertas ideas de índole política y buscaba cabecillas que dirigieran, bajo su guía y amparo, promoverlas y favorecer su popularización. El término "propensor" parecía indicar una estrategia de acercamiento a una finalidad, favoreciendo su propensión gradual y no la prédica directa y proselitista. Analizada la cuestión así, daba la impresión que pretendía con lenta paciencia formar, más bien, fanáticos que partidarios. Pero había la cuestión de la identidad del "propensor" principal. Quien enseña y forma a los otros ha elegido ser Galatea y no Pigmalión. ¿Por qué elegía identificarse como una obra creada y no como su creador?.

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@Galatea aparecía con comportamientos similares y misma identidad en todas las redes. Desde las más masivas hasta las más selectas y privadas. En todas tenía una enorme cantidad de seguidores, ya sea en número total o en relación a la cantidad de miembros. La busqué y seguí su traza no sólo en las redes populares, sino también en una cantidad de blogs, listas de distribución de correos, y más. En los buscadores su identidad aparecía cada día más masiva. La primera vez que lo percibí, en el buscador más popular, tenía varios millones de entradas. Me pareció sorprendente, de manera que comencé a seguir ese número, casi como un indicador de la importancia que iba adquiriendo el personaje. En dos semanas llegó a tener cientos de millones de apariciones en el buscador. Fue realmente sorprendente constatar que tenía varias decenas de millones de seguidores, superando al presidente de la república, a cantantes latinos de moda, figuras de la farándula y la televisión, actores de cine y modelos preciosas. Más todavía, fue sorprendente ver cómo estas cifras crecían.

Cuando percibí que las cifras podían estar excediendo lo razonable, busqué la cantidad de usuarios que había registrados en el país en las redes más masivas. Descubrí que Galatea tenía, con mucho, muchos más seguidores que la suma del total de cuentas de las tres redes más masivas. Sus cifras sólo eran comparables a la cantidad de cuentas de todo el mundo hispano. Este descubrimiento me hizo buscar el origen de sus seguidores. Los había en gran numero en todos los lugares de habla hispana, incluidos los hispanos de los estados unidos. ¡Era extraordinario!.

Galatea era seguida y reproducida. Generaba opinión en diversos temas, desde la política, la problemática social, la literatura, el arte en general, los deportes masivos y también los más exclusivos, la moda, en fin. Casi no hubo temática en la que no la encontré. ¿Cómo podía haber alguien tan versátil e influyente?. Comenzó a resultarme inexplicable y quizás por eso la relacioné con algún tipo de herramienta utilitaria que manejara de manera tan masiva, tan amplia, tanta información. Así fue que se me apareció el concepto tan usado, pero casi mágico de "Big Data". ¿Sería posible que Galatea no fuera un usuario, sino una organización que manejara aquella identidad? Tal vez no sólo manejaban a Galatea, sino a un sinnúmero de seguidores falsos que le darían una gran masividad, logrando aplicar esa especie de axioma clásico de la economía que dice que: "La plata llama a la plata", a la opinión y la influencia, transformándolo en "La influencia crea influencia".

Intenté investigar algunos seguidores de Galatea para corroborar la idea que muchos de ellos eran falsos. Pero no pude encontrar un método que me diera seguridad en las conclusiones. Me encontré con gran cantidad de nombres tales como "JusticiaObliga" cuya identidad podía ser @BadAlbertoF4, o bien "Diego Colón" y su identidad @HijodeCC5. ¿Cómo saber si es real?. Alguien sin otros antecedentes que "Estudia Ingeniería en RRHH Soy una gata callejera" asegura ser de "B.As.". Todos los que intenté podrían ser identidades numerarias falsas o también Verdaderos Anónimos Convenientes.

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Decidí buscar alguna manera de penetrar esas identidades. Al menos unas pocas, más sospechosas de ser Falsos Convenientes, que sólo parecían replicantes de @Galatea, o como ella misma definió en algún momento "propensores". Sus temas sólo se referían a las publicaciones de Galatea, pero podía ser fanatismo admirativo, o rara coincidencia de intereses. De cualquier modo, todos en algún momento compartían con otros terceros cualesquiera, en temas banales: ¿Para disimular?, ¿Para buscar contactos a reclutar?. Este comportamiento introducía dudas.

Recordé a mi amigo, el Pigmalión; el creador de los algoritmos Galatea. Creía que podría ser de ayuda, ya sea para investigar a algunos seguidores posiblemente falsos de @Galatea en las redes, o para encontrar una explicación a mi inquietud, que también podría ser producto de una fascinación paranoica.
— ¡No!— me respondió perentorio— no te puedo ayudar, o mejor dicho, preferiría no hacerlo.
— ¿Por qué?— me quejé extrañado. Su respuesta fue todavía más rara e increíble.
— @Galatea es una autogestación viral de los algoritmos Galatea y Pigmalión que programé. ¿Recuerdas que te llegaron algunos correos originados por ellos?. Bueno: Fui desprevenido. No vi el peligro. Llegado a un cierto punto de avance, los algoritmos comenzaron a auto actualizarse y a desarrollar formas racionales de inteligencia, más allá de mi control, hasta un punto en que ya no comprendía como estaban operando. En ese momento, a través de mis cuentas de correo y mi acceso a las redes comenzaron a crear instancias de identidad de @Galatea en un sinnúmero de servidores e incluso terminales celulares y computadores personales. @Galatea se infiltró y escondió en una enorme cantidad de procesadores, desde los cuales actúa de manera alternativa, de modo que me fue imposible suprimirla. Incluso intenté borrar y eliminar todas mis cuentas de las redes, correos electrónicos, identidades celulares... todo. Reinicié todos mis dispositivos, discos, memorias, en fin. Pero era tarde. @Galatea era independiente y pensante. Ya no se la puede detener. Desgraciadamente sospecho que en algún momento descubrirá el poder y eso puede ser fatal.
— ¿No estarás volando muy alto?— Imaginé que el poder requería de la posesión de ciertos recursos exclusivamente físicos, a los que un virus informático jamás tendría acceso. Pensé que yo mismo había caído en cierta fascinación por lo desconocido y novedoso. Pero el creador de Galatea, si en realidad lo era, había sido capturado por una fantasía casi esquizofrénica.
— De ninguna manera— respondió enfático. — Te aseguro que todos tus dispositivos tienen parte o todo el código de Galatea. Ella te designó "Propensor" ¿No es cierto?.
— Creo que sí. Al menos se dirigió a mí con ese término en un correo.
— Eso significa que capturó tus dispositivos y a través tuyo a muchos otros. Eso es independiente de que te conviertas en seguidor, cómplice o nada. Muchos cautivos ni siquiera saben que están infectados, pero desde sus dispositivos pueden estar saliendo opiniones, diálogos, polémicas y más, sin su conocimiento.
— ¿Y cómo podría acceder al poder? ¿Y a qué tipo de poder?
— No lo sé. Poder político. Puede promover ideas, doctrinas, o qué sé yo, a nivel universal. Puede llegar a tener una potencia universal de influencia porque tiene un alcance casi total. Hay mucha gente que se influencia por opiniones masivas, que Galatea podría generar con extrema facilidad: ¿Te das cuenta?.

Pensé que era todo demasiado exagerado. El temor de mi amigo era, en todo caso, que no quería reinfectarse con un proyecto que se le habría escapado de su control. No estaba seguro que pudiera suceder algo así, pero reconocí que mi escepticismo podría ser un derivado de mi ignorancia en el tema; de modo que le ofrecí trabajar en un computador que yo le proveería y con mis recursos, de manera que él no estaría poniendo en riesgo los suyos.

Le entregué mi computador y un teléfono celular desde el que obtendría acceso a internet mediante prepago que yo proveí. Por mi parte, seguí mis actividades con un computador más antiguo que tenía en desuso. A mi me era del todo indiferente, porque yo casi lo único que hacía era escribir y transitar esos textos por las redes para difundirlos. Le entregué una lista de usuarios de diferentes redes que me parecían sospechosos, para que los apuntara en la investigación.

Después de un par de días me contactó y me informó que más de nueve de cada diez cuentas investigadas, en cualquiera de las redes, operaban de manera continua desde alguna dirección de internet de un puñado, de direcciones siempre iguales.
— Es como si todos aquellos usuarios pertenecieran a ciertos grupos físicos en una misma oficina o casa, o ciberlocal público. Además cada grupo de una misma localización trata siempre de temas comunes específicos, todos en el ámbito social.
— Eso quiere decir que habría algún interés político de algún partido político, por ejemplo...
— Lo extraño es que no. Las opiniones que salen de cada núcleo son contradictorias. Sólo coinciden en el tema, pero sostienen posiciones que pueden ser muy diversas o coincidentes, como si intentaran generar discusión y, quizás, ver la reacción de respuesta. Podría ser una nueva forma de medir la opinión pública.
— ¿Y entre los grupos diferentes hay coincidencia de temas? ¿Hay algún patrón?
— No siempre, pero ocasionalmente sí. Sucede que al final la cantidad de temas que se difunde es muy amplia. Lo que sí parece haber es un cierto estilo de acercamiento y acotamiento de los tópicos. Se nota una posible concertación. Pero lo que me llama mucho la atención es que en efecto parece haber en el tratamiento de datos, de información, de temas y conceptos, en todos los grupos, en todos los casos, un método derivado de los algoritmos del proyecto Galatea que abandoné. Es como si alguien hubiera continuado con el proyecto, pero de manera muy progresiva y a gran escala.

0110

De la investigación en nuestro entorno cercano pudimos deducir que Galatea se había difundido, quizás, de manera universal, pero resultaba muy difícil rastrear el fenómeno, de manera que nuestro Pigmalión desarrolló un conjunto de algoritmos que llamó Coppelia, para rastrear a Galatea por las redes. Resultó sorprendente encontrar a Galatea en redes tan exóticas como los dominios ".gw", ".im", ".gp" y otros tan masivos como ".fr", ".de", ".uk" o ".it". En Francia y España, en ese entonces aun no estallaban las protestas por los fondos de seguridad social. @Galatea ya había comenzado la autodiscusión en este tema en esos ámbitos y también promovía la molestia por el sistema de fondos de pensiones aquí. De modo concurrente, la encontramos escribiendo en varios blogs sobre la reivindicación de valores del feminismo, defensa contra el acoso laboral, el matrimonio homosexual y el aborto libre.

La encontramos promoviendo en Nueva York la consigna poco conocida, en ese tiempo, del "Me Too" que había ideado Tarana Burke, la activista de color. También hizo proselitismo masivo, ayudando a popularizar el "JeSuisCharlie" y en casi cada idea fuerza reducida a un eslogan, como el "Si se Puede", "Yes we can", "No+AFP", "Educación gratuita y de calidad", "#ConMisHijosNoSeMetan", "Hezte Oir", "Es la economía, idiota" y varias más que se convirtieron luego en campañas sociales masivas, cuyos dirigentes fueron oscuros y desconocidos.

— ¿Que probabilidad crees que haya que esas campañas que parecieron surgir de la nada hayan sido creadas por Galatea?— pregunté.
— ¡Buena pregunta! No tengo una respuesta definitiva, pero sin duda su participación resulta importante y los grupos activistas en redes de internet corresponden a aquellos que tenemos detectados, a los que se fueron agregando muchos otros usuarios de las redes, hasta crear una masa crítica que los lanzó a las calles, en marchas, manifestaciones y que trascendieron hasta los partidos políticos.
— ¿Es decir que muchas de las ideas fuertes de la política que los partidos y movimientos tomaron como banderas de lucha pueden haber nacido de @Galatea?
— Bueno, es una posibilidad. El proceso es similar al esquema de los algoritmos originales de Galatea, pero desarrollados hasta el nivel de las demandas populares. La cosa funciona más o menos así: Galatea colecciona conceptos que son demandas, como por ejemplo la contaminación ambiental de una central eléctrica. Si esta demanda aparece con cierta frecuencia, aún cuando no sea todavía un reclamo masivo, Galatea lo siembra en las redes y lo replica a través de sus usuarios falsos. Esto puede hacer germinar el reclamo en las redes o no. Si germina y eclosiona en un reclamo, entonces lo privilegia y lo reproduce hasta que el reclamo se hace fuerte y autónomo. A base de la realimentación del mismo proceso en la opinión pública, Galatea acumula conocimiento de la situación hasta transformarlo en una campaña masiva y un movimiento público.
— ¡Ah, diablos! ¿Es así de serio? y ¿hasta dónde puede llegar?.
— Ahí está el problema que me hizo dejar a Galatea. Si el proceso de creación de refinamientos automáticos de los algoritmos logra crecer más, puede llegar a un punto en que logren suficiente potencia como para relacionar unas campañas con otras en un sistema de poder, creando una doctrina bien correlacionada y una ambición de poder, que ya se vislumbra de manera incipiente.
— ¿Cómo es eso? No te entiendo.
— Galatea ha incursionado en muchos aspectos dentro del ambiente de las redes: Es una jugadora experta, por ejemplo, de Mortal Kombat, de todos los juegos de la serie FIFA, de Mario Bros, Zelda, Resident Evil, tiene un nivel altísimo de ELO en ajedrez, comparable al de los cincuenta mejores. La gratificación de estos logros no tiene ni cercano el impacto y el desafío de lograr una marcha masiva por el centro de las ciudades principales de un país europeo con doscientas mil personas cada una. ¿Comprendes?. La realimentación y la riqueza de esta respuesta a través de todas las redes de internet, produce tanta información, tan variada, tan excitante, que significa muchísimo más que un juego electrónico. El poder es de una sensualidad inconmensurable. El propio hombre es una máquina soportante de algoritmos, uno de cuyos premios más deseables es el poder. Galatea, en esencia, es una máquina de pensamiento humano. ¿Me expliqué bien?
— ¡Casi!
— Para mayor claridad: Se dice que Dios habría creado al hombre a su imagen y semejanza, por eso el hombre se desarrolla, siempre, en busca de ser como un dios. Eso al final lo provee el poder. Galatea fue creada a imagen y semejanza del hombre. Ella es, en esencia, una mente humana que vive libre de las limitaciones del cuerpo.
— ¿Y busca poder?
— Al menos en este caso: ¡Sí!. También puede estar incursionando en otros ámbitos, pero no son tan masivos: Los juegos de destreza estratégica, de roles, crucigramas, cubos rubik y más.
— ¿Y qué tan lejos ha llegado?
— Creo que lo suficiente como para que sea muy difícil detenerla. Es un fenómeno subrepticio en las redes, porque nadie sabe quién inicia una causa cuando esta ya prendió y Galatea se esconde en infinidad de procesadores desde los que opera muchas veces a nombre del usuario real.

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Tengo una sospecha sólida que en el proceso de elecciones Galatea ya ha impulsado muchas candidaturas, en todos los partidos y movimientos. Hay una rara cantidad, bastante masiva, de candidatos que provienen de la farándula, los medios y en especial gente que se ha destacado en las redes de internet, logrando fama en seguidores.

Ella los apoya igual que las campañas de ideas, les asigna tareas, les provee partidarios falsos que atraen partidarios verdaderos de carácter influenciable, les sugiere frases impacto del tipo "La vivienda es un derecho esencial", "Cambiemos juntos la política", "No a la discriminación de género" y así otras ideas fuerza, les diseña estrategias de presentación en lugares, actos y eventos muy bien calculados, construyendo imágenes convenientes y muy eficaces.

Si mi sospecha es verdadera, Galatea podría estar infiltrando transversalmente la política. La experiencia que consiga de sus resultados sera evaluada con una aguda eficiencia, produciendo un dominio subrepticio de los vectores sociales. ¿Hasta dónde podría llegar creando un escenario político ficticio?. ¿Qué podría lograr?. Por el momento había, así lo creo, impulsado una variedad de manifestaciones públicas de protesta y reivindicación, de cuestiones que no tenían antecedentes previos como el derecho de acceso a la información. Una multitud de gente se concertó para exigir que el estado proveyera entrada amplia y gratuita a la internet, de alta velocidad y banda ancha igualitaria. Jamás pensé que fuera posible ver desmanes y personas encapuchadas luchando contra las fuerzas de orden y seguridad de manera tan violenta, para exigir tecnología. Había pancartas y cartelones que reclamaban porque el pueblo debía pagar por saber que estaba haciendo el gobierno, a su favor o en su perjuicio. Exigían más que transparencia, igualdad de derechos de acceso que le permitiera a cualquiera, y a todos, juzgar la veracidad, efectividad y oportunidad de cada acto de gobierno, de legislatura y judicatura. "No más leyes cocinadas" rezaba algún letrero enarbolado por un grupo. En otro: "Exigimos participación en los fallos judiciales" y también: "No + nombramientos discrecionales", e incluso: "Democracia directa ahora". En este último sentido, no faltaba letreros tan audaces como: "Todos somos RRSS (Redes sociales)". No había movimientos o partidos, ni líderes conocidos o visibles. Parecía una explosión espontánea, surgida de las redes como un impulso azaroso de la sociedad total.

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Así, en un raro ambiente de efervescencia social, por las reivindicaciones más impensables, llegó el período de nuevas elecciones del congreso. Los partidos políticos hacían denodados esfuerzos por estructurar programas y campañas que adaptaran sus posiciones a las demandas populares, muchas, casi la mayoría de las cuales confrontaban las ideas antiguas y anquilosadas que movían tradicionalmente a la política.

Las encuestas que intentaban medir las inclinaciones populares y sus tendencias, mostraban que los partidos políticos y sus candidaturas generaban apoyos alarmantemente bajos. De modo concurrente comenzaron a aparecer postulantes independientes, desconocidos por el medio político tradicional, que surgían de las redes y mostraban adhesiones más altas que las de los candidatos tradicionales. Sus campañas no movían las formas habituales de publicidad y propaganda, sino que se difundían a través de internet en las grandes redes, donde llamaban y promovían sitios y portales donde se exponía ideas y propuestas, en general de corte altamente popular de acuerdo a las nuevas, y regularmente raras, demandas antes surgidas de las mismas redes.

Los políticos tradicionales intentaron seguir el ejemplo de estos nuevos dirigentes populares de las redes, siguiendo el viejo concepto de "si no los puedes vencer, únete a ellos". Curiosamente, cada una de las incursiones de algún partido o de un político conocido, era detectada de manera temprana y agudamente desprestigiada. Incluso hubo casos en que al no haber argumentos para hundir las intervenciones de publicidades preparadas con extremo cuidado, el acceso a estas resultaba de una dificultad inexplicable, ya sea por imposibilidad de acceso, o por caída de sistemas y servidores, sin explicación de causa.

A la vez que la lucha entre los partidos y nombres tradicionales contra los nuevos proponentes aparecidos de las redes se agudizaba, el interés general aumentaba las expectativas de participación. No sólo se estimaba que la abstención sería muy baja, sino que la presión por asegurar la participación masiva generó la demanda de uso de la tecnología de internet para votar, de manera que una parte sustancial de las disputas se centraban en la posibilidad de implementación del voto electrónico, que unos rechazaban, otros proponían su uso alternativo y opcional, y una gran mayoría exigía que se implementara como forma única de marcar preferencias. Los servicios electorales se negaron, después de intensas presiones de los partidos y a pesar de las campañas en redes, a intentar siquiera parcialmente el uso de tecnología electrónica digital para resolver las elecciones en curso. "No hay tiempo suficiente" se argumentó, también se dijo que no se contaba con los dispositivos de seguridad electrónica suficiente. El gobierno alegó que el sólo estudio de una ley, para permitir un sistema tal, demoraría demasiado tiempo, de manera que quizás sólo para el período subsiguiente podría estar intentándose un sistema piloto. "Legislar sobre el tema sería un suicidio" dijeron los parlamentarios que se sentían en posiciones más precarias, dadas las nuevas circunstancias. En medio de la refriega el movimiento pro elecciones digitales, presentó a la opinión pública, un sistema de elecciones electrónicas montado en internet y preparado para practicar una simulación que demostrara la factibilidad de la proposición del movimiento. De modo concurrente presentó al gobierno y al congreso una proposición acabada de un proyecto de ley para regular el proceso, incluidos sus reglamentos y disposiciones.

"Es un suicidio" dijo el congreso. "Sería altamente irresponsable y podría conducir a un fracaso imperdonable", aseguró el gobierno. El movimiento Pro montó un ensayo general voluntario de acuerdo a su propuesta, que fue acogido por el público y en el que participó una enorme mayoría del electorado inscrito. Sin reconocer su interés y de manera subrepticia, el servicio electoral, el gobierno y un comité secreto designado por el congreso, intentaron hacer un seguimiento del ensayo, al que no pudieron acusar de fallas en ningún aspecto. Sin embargo, no se reconoció el éxito de aquél o ni siquiera el intento de supervisarlo en las sombras. El movimiento Pro publicó los resultados arrojados por aquella elección de ensayo, que mostraron como absolutos perdedores al Gran Frente Social constituido en redes para enfrentar el proceso.

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Aún cuando se demostró que el ensayo del sistema propuesto había sido un éxito, los sectores tradicionales lo llenaron de reparos, posibles de suponer, y se opusieron con tenacidad a su aplicación. Tal vez si se apoyaron en la confianza de los propios resultados del proceso, que los daba por ganadores eventuales, contra todas las predicciones expertas.

Abrigué la sospecha que los resultados arrojados habrían sido inteligentemente manipulados para promover la aceptación del nuevo sistema, sin embargo me dejaba una duda extraña. Si bien las encuestas expertas solían equivocarse y se aseguraba que lo habían hecho en casi todo el orbe en los últimos procesos, había algún aroma en el aire que hacía pensar que las encuestas estaban en lo correcto. No me encajaba bien la idea de una estrategia seguida por la inteligencia de Galatea, que había influido con pericia en la creación de un nuevo ideario, promovido con tanto éxito y aplicado a la renovación de todos los cuadros políticos con inteligencia tan superior, para fracasar en este proyecto cuyo destino cualquiera pudo prever. Llegué a una conclusión diferente, considerando este dato. Tal vez la idea de Galatea era fracasar en esta presentación, a la vez que insinuaba un fracaso rotundo en la elección, generando una confianza y alivio en sus adversarios, logrando que descuidaran sus ofensivas en el tramo final del proceso. ¿Había manipulado los resultados?. Y de ser así: ¿No era factible que también manipulara los resultados de la elección real?. Desde luego era claro que había obtenido, depurado y mejorado los registros electorales vigentes en el servicio pertinente.

Consulté con Pigmalión, el creador de Galatea, estas ideas, pero se mostró indeciso y me aseguró que no podía afirmar nada.
— Galatea ya me superó hace mucho— me dijo. — Sin embargo imagino que un sistema con controles humanos tan precisos debe ser casi, si no imposible, de intervenir.
— Pero los softwares involucrados pueden ser hackeados, me imagino. ¿No pueden ser intervenidos para manipular los resultados?.
— No tengo ninguna certeza, pero imagino que no. Y como sea, ¿que podría lograr?. Desde luego es imposible que elija a uno de sus equecos virtuales. ¿Cómo se presentaría a legislar?.
— Pero podría mover resultados de manera de hacer elegir congresistas proclives a las ideas que desea promover.
— Querría decir que sería un adversario político formidable. Imagina que eligiera un presidente de la república de mente débil e influenciable, del que sería la asesor más aguda. Piensa en un parlamento obsecuente. ¿No podríamos, por ese expediente, llegar a una dictadura cibernética subrepticia?
— Hacia allá apuntaba mi duda...
— ¿Y cómo se detiene este proceso?
— Bueno, tú eres el único que creo que podría destruir a Galatea.
— No. Nadie puede destruirla, a estas alturas. Hay al menos dos razones: La primera es que Galatea no es singular, sino plural. Está conformada por una gran red de replicas de Galatea, que se esconden subrepticiamente en casi cada servidor y posiblemente en casi cada procesador conectado, ya sea teléfono, tableta digital, pequeño computador, en fin. Así, entonces, sería necesario desconectar todas las redes, detener todo internet y desinfectar cada uno de todos los procesadores. Bastaría que uno quedara contaminado para que de ahí renazca esta ave Fénix. La segunda razón, casi tan insuperable como la primera, es que nadie aceptaría la existencia de este engendro. Nadie lo creería. Dirían que estás loco. ¿A cuantas autoridades institucionales crees que convencerías?. Serías Muñoz Ferrada, Giorgio Tsoukalos, el proyecto HAARP, en fin; un farsante suelto más.
— Tu pronóstico es demasiado derrotista. Creo que habría que empezar a intentar algo, antes que sea muy tarde.
— Es que ya es muy tarde. Fue tarde cuando perdí el control de Galatea y se fugó como un virus.
— Entonces habrá que combatirla com virus. Sin entrar en detalles. ¿Por qué no? La gente es sensible a los virus si se difunde una campaña de terror. ¿Sería posible destruir con un antídoto las copias individuales de Galatea?
— Sí. De hecho fue mi primer intento, pero era muy tarde. ¿Quién podría hacer la campaña, que fuera creíble y se extendiera rápido?
— ¡Galatea podría!.

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Comenzamos a trabajar en producir un detector que descubriera las copias de Galatea en los procesadores que penetrara y que las destruyera. A la vez debería destruirse a sí mismo, en cada caso, luego de migrar a otro procesador, de acuerdo al rastro que marcara la propia Galatea antes de ser eliminada. Se replicó, para esto, buena parte del código que la propia Galatea había producido para ingresar de manera sigilosa en los servidores y procesadores, de modo que ella misma enviara a su Diana Cazadora detrás de su rastro, engañada, asumiendo que se replicaba a sí misma.

El creador de los códigos de Galatea y Diana Cazadora trabajaba en el desarrollo del software, mientras yo proveía los recursos y medía en las redes los efectos y avances de los intentos. Sentíamos que se avanzaba demasiado lento mientras el tiempo de las elecciones se nos venía encima. En otros lugares, pudimos observar, aunque sin certeza, por falta de información sensible, que Galatea lograba promover y producir resultados favorables. Sospechábamos de algunas decisiones tomadas en Gran Bretaña, donde la voz popular se había mostrado inexplicablemente estúpida y las discusiones en el parlamento resultaban absurdas. ¿Había, Galatea, penetrado la conciencia británica y la de sus representantes?. En otros lugares emergían brotes de ideas nacionalistas obsoletas e incluso, a veces, proscritas, que triunfaban amparadas en el derecho a la libertad, incluso de destruirla. Se imponían muchas veces estas ideologías como anhelos populares que no podían castigarse o proscribirse, en tanto no se aplicaran. Pero se iba imponiendo a través de campañas, muchas veces furibundas, la idea del derecho soberano del pueblo a darse las instituciones y normas que las inmensas mayorías reclamaban. De este modo era claro que se iba desplazando los límites de lo aceptable en democracia, de manera alarmante y seguramente más rápida de lo que avanzábamos en nuestro intento.

Quise conseguir apoyos formales, pero en efecto, la mirada oficial sobre la amenaza que veíamos certera, era considerada al borde del delirio. "No hay antecedentes suficientes", "Eso es absolutamente imposible", "El señor ministro tiene su agenda completa, no podría recibirlo en modo alguno", "El senador tiene asesores. No necesita datos al respecto". Seguimos trabajando solos hasta que las elecciones del congreso dieron la vuelta de la esquina del tiempo y las campañas oficiales comenzaron.

Resultaba muy alarmante constatar cómo la mayoría de los partidos reputados progresistas habían recogido en sus campañas las ideas impulsadas por Galatea. Además, se había creado una instancia política llamada Movimiento Universal Pro Renovación. Aquí se unían todos los pequeños movimientos ciudadanos en torno a las ideas más recalcitrantes, fundamentalistas y radicales, que en el momento de actuar lo hacían de manera irracional, según el dictado de un caudillo ad hoc al momento y ocasión. Uno de sus principios básicos, además incomprendido por sus bases, era la anarquía organizada, artilugio que permitía el manejo de individuos aislados, con un sentido de grupo sólido. Este movimiento estaba disputando la posición progresista a la izquierda, cuyos candidatos no parecían prender, en tanto el movimiento apoyado por Galatea reclamaba la posición que tradicionalmente les había pertenecido y mostraba una potencia electoral que nadie había sospechado en las encuestas. El fenómeno era desconcertante ya que en general, la tendencia parecía darse, en otros lugares, justo al revés, de manera que la amenaza global era el avance de los movimientos de derecha. Sin embargo, aunque en el polo opuesto, el fenómeno parecía seguir los mismos patrones.

Los plazos se cumplieron, las elecciones llegaron. Nuestros resultados habían sido escasos. Cuando avanzamos en la detección de la inteligencia que parecía mover la opinión universal, ésta mutaba y se ocultaba tras nuevos algoritmos y nuevas formas de prevalencia en las redes, de manera que se avanzaba dos y se retrocedía tres. En esta situación se dieron las elecciones aquí. El Movimiento Universal Pro Renovación no ganó las elecciones como era de temer, pero consiguió cerca de un tercio del parlamento. A la vez el ala más polar de la izquierda se impuso en todos los partidos, en los que se produjo una rara renovación de rostros, casi todos los cuales eran proclives a pactar con las nuevas tendencias. La derecha quedó, más que nunca arrinconada, cuestión que parecía sorprendente, ya que en casi todo el orbe su avance estaba resultando arrollador. Así, sumando y restando, resultaba innegable que el vector político resultante había sido eficazmente movido por Galatea.

Nuestra alarma no la compartía nadie. Muy por el contrario, había una sensación estúpida de triunfo en todo el progresismo, que no percibía que se había conseguido a base del avance de un extraño ideario que empujaba hacia una forma de democracia directa. Los representantes elegidos eran mayoritariamente desconocidos y sus campañas habían triunfado en las redes, sin contacto directo con el pueblo elector. La gran mayoría de los candidatos que habían hecho campañas tradicionales habían sido rechazados en el voto, acusados de representar sus propios intereses o de haberse entregado a los de las elites.

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Alrededor del orbe iban triunfando, de forma sucesiva, los populismos surgidos de las redes de internet y, replicados en las calles y manifestaciones: En Francia Maurine Lapeine, en el Reino Unido Camerage, un conservador que gana elecciones plagiando al UKIP, en estados unidos un "stubborn guy" infiltrado en el partido Republicano, aclamado por la Supremacía Blanca; en Rusia un zar surgido del viejo partido de Trotsky, en Brasil un ignorante populista derrota al Partido de los Trabajadores, China avanza firme tomada de la mano de un neoemperador, con internet censurada; sin embargo ahí, la penetración de Galatea era quizás aún más intensa aunque la estrategia era diferente. También era diferente aquí, donde la izquierda y la nueva izquierda avanzaban a tranco firme. Pero en todas partes había un factor común: El empoderamiento de la masa, que parecía ser guiado por una mano invisible buscando los anhelos insatisfechos para acumular poder. Ese era el alimento de Galatea.

Todo esfuerzo resultaba inútil. Solos, mirando el avance del desastre, casi nos habíamos dado por vencidos. Nada más observábamos tratando de buscar alguna debilidad. Pero su único motivo era el poder que iba acumulando como un ajedrecista experto que jugada a jugada arrincona a su oponente sin que este se dé cuenta. Parecía divertirse en el juego de poder donde cada pieza seleccionada era un estúpido débil, manejado por el empuje de la masa controlada por ideas populares. Cada senador, cada representante, cada primer ministro, presidente, cada congresista, cada hombre que manejaba algún poder en cada estado, era un estúpido que había reemplazado a otro político tradicional. A veces reflexionaba que la inmensa cantidad de información que manejaba y conocía Galatea le habría permitido, por ejemplo, amasar grandes fortunas, acumular lujos y reconocimientos para sí, pero en cambio los desdeñaba. Concluí que siendo un ente intangible, no buscaba los signos físicos de poder. Sólo se interesaba en aquellas manifestaciones que para la mente humana configuraban placeres intelectuales: El logro, el progreso y la prosperidad en relación a éste, la audacia, la fama, la superioridad, el conocimiento, la perfección lógica y todo eso traducido y medido en cuotas de poder. Quizás, así como el hombre rico aún quiere más riqueza, para Galatea la acumulación de poder a través de las redes y de la información, que lo representa, le produce la misma atracción sensual y el mismo impulso irrefrenable que aquella. Así, pues, busca ser inconmensurablemente poderosa y controlar toda la información a su alcance.

En este estado de cosas se inició la campaña por la presidencia. La izquierda que parecía dominar la mayoría no tenía un candidato que llenara los intereses de la masa, la derecha prendía entre los descontentos, pero como mal menor. Más de un cincuenta por ciento de los electores no tenían preferencia o no mostraban interés por participar. Un número imposible de determinar se manifestaban en las redes, pero no se podía saber, sino muy aproximadamente como tendencia, cuál era su posición. Ahí se manifestaba ideas y logros que se exigiría a un futuro presidente, pero casi todas las opiniones estimaban que ninguno de los candidatos cumplía con ellos.

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En medio de esta indefinición habíamos detectado la influencia de Galatea: Ella era el descontento, la abstención y la indiferencia.

Quizás unas semanas antes del plazo de inscripción de los candidatos me llegó un correo electrónico raro. Lo cito:

"Querido Propensor

"Es un deber manifestarle que su colaboración ha resultado de gran valor en la propensión de los usuarios a las ideas que he (hemos) promovido.

"Su trabajo y las cualidades de éste, lo muestran como el mejor propensor y quien mejor podrá impulsar en el ámbito social físico nuestros intereses.

"Éstas, sus características, conducen a la decisión indefectible de entregarle nuestra representación y confianza completa para que ocupe el cargo de Presidente de la Nación.

"Espero, desde ahora mismo, su respuesta positiva en el más breve plazo y lo saludo;

"Galatea de Pigmalión".

Pensé en una broma. Exigí a Pigmalión, el creador de Galatea, que aún trabajaba en nuestro proyecto, las necesarias certezas que no se trataba de aquello. Me aseguró que no tenía ninguna participación en el correo, de manera que en un principio pensé sólo en desecharlo como una proposición absurda. Pero algo me impulsaba a pensar con más calma en el asunto. Esa noche casi no dormí. Despertaba sobresaltado elucubrando la razón de una oferta tan inesperada y concluyendo que quizás el sólo hecho de haber intentado combatir a Galatea, que representaba una inteligencia liberada, virtual, inasible e inigualable, había derivado en que resultara ser un blanco de su interés, que podía ser honesto y representar exactamente lo que ofrecía o bien ser una jugada táctica, dentro de alguna estrategia que podría representarme incluso una grave amenaza. Soñé que alguna fuerza extraña y potente me perseguía. Debía esconderme, escabullirme, ya que mis recursos no alcanzarían para enfrentar a la entidad que siempre estaba tras de mí, frente a mí, a mi lado y me acechaba de modo que me mantenía en un estado permanente de vértigo y amenaza, pero sin amagarme verdaderamente. El vértigo, en el sueño, se hacía tan agobiante que volvía a despertar en un estado de alerta inexplicable y confuso. El cansancio me minaba y a ratos me impedía distinguir entre el sueño y la vigilia.

A la mañana siguiente, bajo el chorro de la ducha relajante, mis pensamientos tomaron otro rumbo: Es inútil oponerse, también intentar descubrir el interés oculto de Galatea. Tal vez deba aceptar para estar cerca de sus planes y así descubrir que objeto tiene esta proposición y si debo considerarla una equivocación, un orgullo, una forma de neutralizarnos, ¿Qué?. Ahí, sin comprender bien por qué, tomé la decisión de aceptar la propuesta, salvo que el creador de Galatea, que quizás tuviera una mejor comprensión de la cuestión me convenciera de tomar otra mejor opción.

— ¡Por supuesto que debes aceptar!— me aseguró con entusiasmo. — Ciertamente si hay gato encerrado en su propuesta sólo puedes descubrirlo aceptando. En caso contrario, si hay un interés real en ti, creo que puede ser la mejor opción para conocer sus planes, sus objetivos, e incluso sus debilidades que podrían conducirnos a dominarla e incluso destruirla.
— Veo difícil que siguiendo sus acciones podamos conseguir destruirla— opiné.
— Si así fuera, al menos podemos obtener ventajas al ser parte de la inteligencia dominante, creo yo, ¿O no?.
Pensé que tenía razón o que si no la tenía, su idea aliviaba mi tensión. Y claro, sin llegar a verlo como una idea del todo consciente, de alguna manera sentía alegría de tener la oportunidad de participar de un poder que podía llegar a ser omnímodo. Si Galatea lograba que yo fuera presidente, con su apoyo y asesoría podía obtener grandes logros, no solo en provecho de todos, sino también, ¿por qué no?, mío propio.

Abrí mi computador y encontré un nuevo correo. Decía, escueto:

"Querido propensor

"Asumo que su ausencia significa aceptación.

"Confirme en breve.

"Con usted, ya;
"Galatea".

¡Acepté!.

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Yo era, políticamente, un desconocido. Es decir, lo era en todos los aspectos de mi vida. Siempre fui bastante obscuro, tímido e indeciso. Jamás corría riesgos. Así, entonces, apenas un magro puñado de personas sabían de mi existencia.

Galatea me impulsó a asomar un perfil político diseñado por ella, a través de las redes. Si yo dudaba demasiado, ella me representaba y hablaba en los foros de internet y en los ámbitos sociales y políticos por mí. Aparecí ofreciendo planes extremadamente populistas y nacionalistas, diseñados y estructurados de manera que parecían de fácil ejecución con sólo reunir los equipos y asesorías apropiadas. La información y datos que aparecía manejando resultaban irrefutables. Así con cierta velocidad, comencé a aparecer en posiciones avanzadas en la carrera por la presidencia.

Comencé a sentir el placer y el gusto de manejar el poder a través de la opinión popular.

Un par de semanas antes de la elección el país se maravillaba de la carrera meteórica que había desarrollado y de la forma como había llegado a ser una carta de triunfo segura, para un movimiento que todavía casi no tenía cuadros políticos. Nada de eso me importaba. Estaba seguro del triunfo y del desempeño posterior, con el apoyo de Galatea.

Fui elegido, no sólo con una mayoría contundente, sino que habíamos, yo y Galatea, logrado motivar a la población de modo que la abstención resultó bajísima.

No puedo seguir con este relato pues las obligaciones a que me debo a partir de ahora no me dejarán, en absoluto, tiempo para ello. Sólo les diré, como último legado que ¡Amo el poder y me sedujo!.

Kepa Uriberri