Hormigas a bordo

De la novela La Revolución en Samarkanda

Santa Adelaida sin poder zarpar, con pata de palo de madera de eucaliptus tedio y aburrido, sin odalisca.

A ti oficina seis cero dos según requieres informo dos puntos:

Pisé caca de perro y mala señal. Vivo entristecido con pata de repuesto de mala madera.

Cófrade Satam Lúar según se solicita, se dice. Culpable sin poder demostrar otra, y condenado a reponer material. Medallita de Lourdes, cófrade bibliotecaria condenada en complicidad como se requiere y vigilancia.

Condena impuesta libera y permite retomar locutoría y radio. Tendrán ambas condenas que recitar y cantar afinados so pena de castigo con azote y paseo bajo la quilla, mientras no exista material. Se transmite señal ciento dos punto tres mega hertz. Adjunto siguiente fragmento con voz de Medallita dos puntos:

«Es agria, desnuda, seca, paupérrima y triste la vida española para quien no vive metido en cafés, borracho de charlotes, necio». Por su parte, «Marcel Proust me parece un idiota que todavía cree en los problemas sicológicos y en el detallismo inepto de los naturalistas», más aun que ya es fe que «Díaz Arrieta es un títere que no sabe qué es arte por definición». Por esto y mi situación es que «ahora les ruego guardarme las espaldas. Yo vivo aún en España: consideren esta carta como el más íntimo diálogo familiar». Consideren que «vivo hace dos años en medio de un pueblo indescifrable lleno de oposiciones, absurdo fraude, hasta noble, pero absurdo puro. Hambreado y sin ímpetu de hacerse justicia; analfabeto como los árabes vecinos (tan lamentable casta); inconexo: hoy republicano, mañana monárquico felipista; pueblo en desprecio y odio de todos los demás pueblos: de Francia, de Inglaterra, de Italia, de... la América que llaman española»

Dícese que se leyó de diversos trozos que recuerda y no sabe quienes lo dijeron si Mistral o Huidobro, Vallejo o Neruda, talvez Cortázar o Carpentier. También improvisación y música:

Mar y viaje amor en lenguas
cascarones con velas y aguas de río.
Jamás río por un amor que me robó
mis libros, mis discos.

Culpa ajena condena mía
se fue con otra que saltó
sobre geranios rojos
siguiendo su falsa gaita
y su melodía.

Páseseme bajo la quilla
sobre los palos mayores
cuélgueseme bajo el bauprés
como Santa Adelaida viva
ya no importa cualquier castigo.

Nótese en el canto el ritmo de flamenco, y el dolor vivo. Es amargura de español y aprende gaélico por correspondencia. Satam Lúar sólo la consuela y se miran a los ojos. Témese nuevos amores y desastres.

Te digo caudillo en tierra y elevada oficina, que cambiaba la estación si pudiera. Lúar sólo anuncia sus penas, y la lamenta: "Pobre mujer" dice al aire y se oye que le tirita la pera.

Otrosí.

Comisión de persecución busca señales del mascarón sin éxito, créese que ha navegado río arriba y se vende en los estados imperiales. Una vez seña verdadera esta carabela zarpa con Marieta verde colgada. ¿La odalisca?. No se pregunte por odalisca oficial de la insignia nave. Fuese colgada de verde morral y gaita maldita. Nada más vio mi ojo de palo. Sospéchase fuga de amores. Tres días sin noticia y escape, y más y más mirando a la izquierda, tanto que su nombre no digo.

En cubierta y puente de mando este Dumango cierra y dice dos puntos: Ya tendré pata de palo de caoba fina y limpia y otra cosa será de pleno verano y cielo azul que sin más me despido con deseo y mucho más y menos que decir.
Es.

Reff Dumango
Almirante en misión y a bordo

Del diario personal del almirante de la Santa Adelaida

Aquí digo que es otro día de río y no hay más. Mi mala pata de eucaliptus me impide salir a buscar a esa díscola odalisca fugada. Haber pisado meca de perro es mal presagio, y mi pata de caoba hállase sumergida en agua salobre de este San Lorenzo por babor, que lento va lamiendo ese agrio sabor, salido de culo de perro chico, o gran mastín tronador. Ya no importa: Igual es caca. ¿Envenenará a los pequeños peces? ¿Comerá mañana, río abajo, mi Arabella con su hombre que hablaba gaélico, en ribereño restorán, algún frito pez, alimentado con la hez, de aquel maldito perro?. Y digo: ¡Ojalá!. Beberá agua del río, como si fuera el de Peñaflor, talvez, y pudiera, entonces tener caca de perro, que mi pata vengativa de caoba pisó, y echó, como un poeta triste a correr por el río, para mi amada que ya no me ama y no la espera al instante con alegría, como envío de mi amor. Quizás, mientras lavo mi desgracia en la rumorosa agua del San Lorenzo, ella se ría y ría interpretando los movimientos leídos en sus labios, y se amen furibundos en las calles y en los bares, mientras yo ya no pienso en esa periodista de atractivo nombre: Fleur Marie Bleuatre, cuyos redondos senos me distrajeron, y me hicieron pisar meca de perro.

Si mi mirada aun fina, pues con ojo no se pisa, y la mantengo limpia con cepillito de pelo de foca, aun recuerda, es a la ominosa alcaldesa de mar y río. Con sus caderas más amplias que las de la Santa Adelaida, y sus pechos más redondos, y su mirada más gris, y su pelo de color de miel y trigo, como castañas por dentro, y sus manos suaves y no pequeñas, y sus piernas largas que no huyen sino por el contrario, al menos hacen un esfuerzo por quedarse, y su pecho agitado y su boca loca, y su afelpado triángulo de perdición, y su lengua alegre que habla francés y no conoce la erre, dijo "la meg et la guibieg sont le domain de cette alcaldesse". Y pensar que todo eso no tiene importancia alguna sino la felicidad de sentir su tibia compañía junto a mi ardiente deseo. No olvido en modo alguno esa boquita pequeña y gruesa, que llegó tan roja y se fue pálida como Catalina, y rosada como una flor alegre. Era también y nunca lo hube sabido, gruesita por dentro, que casi no se cabía ahí en esa pequeña caverna de ansias y risas. Qué piel tan amarilla envolvía toda esa maldita noche de anhelos y juegos, con su triángulo castaño al centro por donde busqué, por donde encontré por donde navegué magues y magues y guíos y guíos a tgavés de esa hegmosa noche de luz y sombga guebotando en el agua inquieta, hasta que me dogmí con las siguenas de pelo claro, de ojos grises, de pechos redondos y duritos, de caderas amplias de Francia.

Antes de irse quiso saber si mi intimidad era de caoba también: "Tan fina, tan suave y bien labrada, dispuesta como madera" dijo y se fue.

Este diario es personal e intransferible. Jamás se reproduzca. Se guarda.

Digo más:

Madrugada acompañado; alcaldesa que sale furtiva y pálida como Catalina, y para no ser sorprendida escapa a nado, desnuda por el río. Tibio sol y buen hambre, en cocina de la Santa Adelaida, y mascarón de Marieta verde, con la señora coronada de luces y antorcha en la diestra de la verdad, y los derechos de libertad de los hombres proclamados en la Francia en la siniestra, busco en los armarios mi taza azul que no está, y digo: "¡Donde diablos está mi taza azul!". Los altavoces de la señal ciento dos punto tres mega hertz dicen en recitación:

"Perdón,
creía que la suya
era de otro color.

Roja pensé que era
y elegí la azul primera
para no molestar
a un almirante
o a cualquiera"

"¡Por las naranjas de Neptuno! Siempre ha sido azul la mía. Antes fue roja y todos querían usar la roja. Me di por vencido y cambié a verde: Todos quisieron verde y mi taza verde estaba siempre sucia cuando venía a hacerme el desayuno. Entonces cambié a azul que es el color del mar, y de mi ojo de caoba y del otro, y pensé: Ahora sí, nadie me la usará, y vengo a hacerme mi desayuno, con hambre, con apuro, con taza azul, y está sucia".

"Lo siento" dice el ciento dos punto tres mega hertz, a través de los altavoces de proa y popa. La voz de la Medallita de Lourdes suena verdaderamente arrepentida. Lavo mi taza y mi cuchara para hacerme el desayuno, y pongo pan a tostar, como corresponde. Digo: "Listo el pescado frito y asado, cocido y pelado: ¡A tomar desayuno!". El azucarero, como siempre parece tener terroncillos de azúcar con café. Entonces pregunto: "¿Quien crestas mete la cuchara con café al azucarero, que deja estos terronotes asquerosos?". Esta vez los altavoces de ciento tres punto dos mega hertz solo transmiten el sonido del silencio: "Cri-cri cri-cri...". Subo un terrón a la cuchara para limpiar el azúcar de mugres ajenas, y el terrón tiene patas y arranca tirándose cuchara abajo. "¡Megde d'un chien!" digo. Hay hormigas en el azúcar. ¿De donde salen hormigas en un barco?. Logro perseguirla y la tiro por el desagüe. Me echo dos cucharadas, y veo como dentro de mi taza corren libres tres hormigas más. "¿Quien mierdas, está trayendo hormigas a la carabela?". De nuevo responde el ciento dos punto tres por los altavoces: "Esta es su frecuencia ciento dos punto tres" dice, "mi panecillo dulce también tenía hormigas del Quebec". La acariciadora voz microfónica de Satam Lúar, reintegrado en sus funciones, denuncia la incipiente invasión. Después de muchos esfuerzos logro hacerme un café con leche sin hormigas, y un pan con mermelada en la que navegan viscosas las malditas bichas, que voy sacando poco a poco mientras como. A veces las siento saladas y picantes en la boca: Las escupo por estribor, a través de la tronera con geranios. ¡Que mueran! digo, pues humanas no son.

Bitácora de a bordo. Hormigas y hormigas que invaden, se comen el azúcar y no hay señal de mascarón de la Santa Adelaida.

Esta carabela ya parece derretirse de rutina, lo digo y es fe. Se decide por necesario dos puntos: Último día anclado en Baie Comeau. Al rayar el borde del sol tras las altas aguas del San Lorenzo esta carabela perseguirá ese rumbo contra corriente, con o sin Dama de palo, con o sin odalisca que no vuelve y se fue tras el hombre que habla gaélico y que tampoco ha vuelto.

Cúmplase orden de alcanzar Matane, Rimouski, Quebec y más y más hasta unir ambas mares océanas como se requiere y rodear el imperio.

Hormigas y hormigas nos harán huir de aquí. Mi taza azul, mi pan de miel, mi galleta de avena tienen malditas hormigas que escupo muertas, por la borda desde el puente, y me pregunto: ¿Por qué pienso en la muerte? y cavilo y cavilo, y resuelvo: ¿Por qué no pensar en la vida que se deja y no en la muerte que se encuentra?, ¿Por qué no en la prolongada vida, de la muerte que no llega?. Y así como la hormiga que escupo bien puede estar muerta, también puede estar viva, más al caer al agua, ahora con caca de perro, muere ahogada de agua agria. En cambio el marino, o el simple mortal se salva. Y si el pobre hombre no se salva, se le salva. Y si no quisiere, se le pone un tubo en la traquia y se le respira como debe ser y necesita.

Tenemos en este caso, del hombre con tubo que no respira por sí, sino por tubo y máquina, uno que ya no es todo hombre sino ayudado a serlo. Sin embargo es persona viva y no muerta. Será por la larga espera, pero cavilo y divago: ¿Qué si este hombre al que se le respira por tubo en la traquia, es un almirante que ve por ojo de palo, y camina por pierna de fina madera lavada de caca de perro: Está vivo o un poco muerto?. Nadie dirá: "No es persona pues camina con ayuda, ve con ayuda, respira con ayuda", sino lo contrario dirase: "Más hombre, más persona, pues a falta de tener y sufrida la sustitución, de la pierna, el ojo, la respiración, supera las limitaciones y vive como otro cualquiera, comanda una carabela, y hace una revolución". Pero divagando más me digo: ¿Qué tal si perdiendo una batalla, un obús me da y rompe el esófago, y para comer se me instalare un tubo de acrílico amarillo, directo al estómago?. Nadie podrá decir que no seré persona, sino sólo con más limitación. Pero, si los males de a uno no vienen, quien dice que no quede cuadrapléjico y no pueda mover pies y manos de madera o palo, carne y hueso: ¿Seré entonces ya, algo menos persona, o en todo caso igual?. ¿Talvez estaré algo muerto, o vivo total?.

Aquí bajo este cielo aun de plata de Canadá, flotando en esta agua de río con caca de perro y pata de caoba que en ella se lava, me viene, talvez del calor de la madrugada, talvez de fiebre propia, la inquietud: ¿Donde termina la vida y empieza la muerte?. "Natura non facit saltum" dijo alguien, en mal latinazgo talvez (¿Fue en Cádiz, o Salamanca? ¿Fue Cervantes o Shakespeare? ¿Voltaire o Descartes? ¿Cioran o Nietzsche?). No importa si en latín o francés, lo que importa es el pensamiento que se hace verdad: Si la naturaleza no da saltos, entonces nunca se ha de pasar de vivo a muerto ni vice versa, sino gradualmente: Medio vivo, medio muerto, dos terceras partes muerto una tercera vivo, y en sucesión, de esa manera. Dos pajaritos se posan en la amura. Siete hormigas se los comen vivos. ¿Se los comen vivos?, ¿O sólo empiezan a comer vivos y terminan muertos?. ¿Cuando mueren los pajaritos? ¿Al ser devorado su corazón? talvez en ese momento aun intentando latir, llegaba a su pequeña cabeza de pajarito chincol el olvido de su tierna amada que en el nido esperaba, al escapar por el agujero de su corazón comido. Entonces aún estaría vivo.

Mira maldito Canadá, con tus alcaldesas de mar y río que me hacen pensar en la vida y su límite final, en vez de disfrutar el recuerdo de su boquita gruesa por fuera y por dentro, de su afelpado triángulo personal. Pero es la angustia de cualquier capitán: Ese hombre cuadrapléjico, que sólo mueve sus ojos, uno de palo y el otro con retina de gelatina, y brillos inteligentemente grises, alimentado por tubo, respirado por manguera, defecado con máquina, hidropésico, orinador gravitacional, que se le reputa persona, se le escara el culo, se le hiere y gangrena la pierna sana; y no importa: Se cambia la otra pierna por una de palo, el culo por otro acolchado y relleno, de espuma de neopreno, y la columna por un hierro, y los brazos con madera de abeto de marioneta. Todo su entorno es artificial para que no muera, y vive ochenta, cien años, y es persona, sólo que sufre y eso le hace más persona y vivo. Sólo angustias y pensamiento de almirante: Si hubiere sido el chincolito de la amura talvez se le matare para que no sufriere, y su carne y vida se le entregare a las malditas hormigas que luego entre mis dientes, metidas en mi panecillo también mueren, o vivas y mordidas se ahogan en el río. Pero es persona y está vivo.

¿Y si el ojo bueno pierde la visión y se cambia por otro tan fino y labrado en caoba, pulido con cepillito de pelo de foca, haciendo toda la visión de palo? ¿Y si la piel ya curtida a los doscientos tres años sostenido vivo, se cambia por hermosa piel de neopreno? ¿Y los huesos por acrílico verde? ¿Y el pecho por un choapino de fina lana de alpaca, tejida en los bellos rincones del sur mapuche?. Pero si ha estado siempre vivo, y remplazado con tecnología de modo que siga vivo y no hay eutanasia alguna y la persona esa no la desea, y el material de recambio es eterno, entonces esa persona lo es, y está viva. Vive por siempre y nada es propio sino todo artificial: ¿Está vivo? ¿Esta muerto?. ¿Y si murió?: ¿Cuando lo hizo?. Talvez al cambiar su corazón por un marcapasos, o su cara hermosa de fina piel por acero puro y sin estaño, pulido y fraguado. ¿O está vivo?. Ahora llego a pensar que de este modo, y muy poco a poco talvez se pueda aislar químicamente la vida, y rodearla de algotro elemento que no sea el animal. Tendríamos vida eterna. ¿Y por qué no? ¿Cuál de las malditas partículas de este almirante caudillo es la misma que estuvo en Samarkanda, y no se peló con la mecha del cañón?. ¿Cual nació conmigo?. Si alguna lo hizo, talvez ellas porten la vida: ¿Cuales son?.

Quisiera tener los tratados de la metafísica de cierto escritor que alimentaba pajaritos bajo un parrón, y encontrar tantas respuestas. Por ahora me saco otra hormiga de la boca, la observo con el ojo de palo, y la dejo ir rengueando por la baranda. Un rayo de frío sol, húmedo del agua del San Lorenzo le ilumina el rostro mientras huye: Es hora de partir.

Se grita la orden: "Izar los trapos, levar el fierro del agua, a surcar la corriente". Tres pitazos cortos, dos largo y otro más confirman la orden. A poco la Santa Adelaida se mueve buscando la corriente en contra. "Que se moje la Marieta verde" digo, para apurar el ritmo, y la vida.

Kepa Uriberri
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