Prefiero a los malos




Estuve siguiendo la serie "La Casa de papel" con mi mujer. Por allá por la cuarta temporada, se da la orden de ingresar por fuerza al Banco de España, del que la banda de los Dali rojos se ha apoderado, para robar el oro de la nación. Una tanqueta acorazada se acerca al portal, a gran velocidad, de modo amenazante. En ese momento se abren las puertas; Tokio (Úrsula Corberó) y Río (Miguel Herrán) disparan sendos misiles que hacen volar por los aires, en llamas, la tanqueta de la que escapa, envuelto por el fuego, su conductor. Mi mujer, atrapada en el suspenso de la trama, exclama: "¡Eso!... ¡Bieeen!". Después me mira con expresión alterada y me dice: "Es increíble que una se ponga del lado de los ladrones... de los malos...". Le respondo, ponderando la cuestión, que "está todo diseñado, planificado cuidadosamente para que uno sea parte de la banda y se comprometa con los ladrones, que ya cometieron antes un robo impune a la Casa de Moneda y ahora están intentando robar el oro de la nación".

Divagando en torno a esta situación concluyo que es extremadamente fácil lograr que el espectador, en una representación visual (cine, teatro, televisión), o el lector en una obra escrita, se abanderice con un antihéroe, un ladrón, un bandido, un perverso. A la vez, pienso que al autor de la trama resulta más eficaz un personaje malvado, o cínico, perverso, que otro recto y bueno. Visto en la misma serie que comento, la riqueza de los personajes de Tamayo o de Alicia Sierra, que están del lado de la ley, se debe a su perversión y al refuerzo que aportan en dar vuelta el papel de los buenos como malos y vice versa. Es decir, que nuestros buenos eran el profesor y su banda de mega atracadores y nuestros malos: Tamayo, Sierra y demás. ¡Qué decir de Gandía!.

Tamayo y Sierra en términos narrativos son mucho mejores instrumentos de la trama que el profesor que tiene mucho de anodino y su valor, visto desde el escritor de la historia, deriva de lo que aportan los otros personajes, de su lado y el otro. Puesto de otro modo, es muy posible que el autor de la historia ame más a Tamayo, a Sierra, a Tokio, a Arturo Román (Enrique Arce) que al propio profesor

Todo lo anterior es en buena medida la divagación de un escritor, que conversa con otro que entrega su escrito en pantalla; es decir, más allá de la aventura de suspenso que nos divierte como espectadores y nos sorprende apoyando a los ladrones. Pero hay otro ángulo, que también me compete en el análisis como autor literario, a la vez que, por lo mismo, como observador social y, más aún, político: ¿Quienes son los protagonistas y antagonistas en esta historia?.

Bueno, desde las ficciones no me cuesta volar a horcajadas de la imaginación y por lo tanto, a veces, interpretar más allá que el común de los espectadores. Así, desde antes de decidir ver la serie, me llamó la atención el disfraz de los protagonistas: ¿Por qué esa máscara y no otra, por ejemplo del Pato Donald o de La Máscara verde, o de Lex Luthor o de nadie? ¿Por qué Dalí?. Antes de entrar en la serie no podía anticiparlo, lo mismo que los mamelucos (monos: dicen en España) rojos. A poco andar en la serie descubro el que creo es el sentido de estos recursos, lo mismo que el nombre de la serie. Dalí engancha una imagen de arte moderno con la puesta en escena. Se nos dice: "Usted, aquí, va a ver arte. Arte en todo sentido: Arte del atraco, arte de la planeación, pero sobre todo se le ofrece una obra de arte en cuanto producto audio visual". Las máscaras de Dalí son ese símbolo. Los mamelucos rojos no lo son por vistosos. Si fuera por utilitarismo, pudieron elegirlos negros, si fuera por vistosos, ¿por qué no azules eléctricos?. Si fuera por robar papel moneda, pudieron ser verdes, que se asocia al color del dinero, o pudieron ser amarillos como el oro, o como dice Nairobi (Alba Flores) cuando sale de la bóveda inundada con los dos primeros lingotes: "doradito doradito, manteca colorá". No. No es por vistosos, aunque de hecho lo son. El rojo es símbolo de la rebeldía y se asocia a la izquierda. ¿Creen que vuelo demasiado alto?: Ambos atracos, que vemos en la serie, victiman instituciones altamente políticas: La Fabrica Nacional de Moneda y Timbre, la Casa de Papel le dicen, porque ahí se fabrica el papel moneda, pudiendo nombrarse como Casa de Moneda o de Metal o cualquier otro, pero de papel es menos sólido, más franqueable, más abordable para ser violada y a la vez un reflejo de la debilidad moral y política de las instituciones. La violación no es sólo la apropiación del robo, sino es un símbolo de una violación política de la institución de poder. Por la misma razón se elige el atraco al Banco de España.

En la serie, los rojos son populares, las instituciones formales, en especial las de fuerza y orden: ¡Odiosas!.

No dudaría que todo esto es intencional, no obstante que podría, también, estar equivocado si se mira con otros criterios, lo que es, por supuesto, posible. Con todo, los símbolos y figuras revisados a la luz de la semántica y la semiótica son en esencia amplios y permiten innumerables interpretaciones. Esta es apenas la mía.

No soy aficionado a ver las colas y anexos que acostumbran las obras audiovisuales, sin embargo, estas mismas divagaciones, me llevaron a ver el anexo final de la quinta parte. Afirmo que lo visto ahí confirma mucho de mis conclusiones: Dice el productor, por ejemplo, que "Construimos todo, maravilloso, para destruirlo todo. Si queda algo en pie, hemos fracasado". ¿No es esto acaso la definición medular de una revolución visual y virtualmente deseable?

Kepa Uriberri