¡Caos!. Caos, qué palabra, qué desorden: ¿Qué?.

Hace algún tiempo, alguien no comprendía qué estaba pasando en un proceso en el que nos habíamos involucrado, e invocó al caos. Nos acusó de caóticos, dispersos, y claramente no nos comprendía a quienes impulsábamos ese proceso de supuesto caos.

Ayer veía una entrevista a un escritor de renombre, que era preguntado, y opinaba sobre el caos. "Ha de tener algún orden, el caos, que algún día llegaremos, sin duda, a conocer" decía. El entrevistador opinó, entonces: "¡Ojalá no sea demasiado tarde!, pues entiendo que el caos va en permanente aumento". Ambos rieron, con bajo nivel de sorpresa: Se daban cuenta que todo esto era casi como una gran superstición universal, casi como cuando en algunos lugares rurales de nuestra América se culpa al Trauco, a la Pincoya, o al Imbunche, de las desgracias. No se creían demasiado.

Más tarde, en la mesa de la comida de la noche, coincidentemente, mi hijo quiso sorprender mis gastados, lejanos, y desusados estudios de ingeniería, con una pregunta que le inquietaba: "¿Qué es", me preguntó, "el diferencial de calor, dividido por la temperatura?". Sonreí, con la sonrisa que la certeza de la gran sincronía de las cosas regala, además de la satisfacción de no ser pillado en falta, por quien busca mantener una cierta admiración ancestral. "¡Es el caos!" le respondí seguro. "Pero", dijo él, con cierta sorpresa, y alegría que le daba el sentimiento de orgullo de no poder bajar a su padre del pedestal en que lo tiene; "pero, ¿Por qué dicen que la entropía es la medida del caos?". Debo explicar, y trataré de ser literario y no científico, en un tema que es árido (cómo me alegré de librarme de él, cuando yo mismo hube de estudiarlo): En termodinámica, que estudia los sistemas térmicos, se define dos conceptos básicos relacionados con la situación energética de un ambiente: Uno de ellos es la entalpía, que mide el nivel de actividad de las partículas que transportan el calor, y el otro, es la entropía, que mide el nivel de orden en que esas partículas se mueven. Sucede, que mientras más calor inyectamos a un sistema, como por ejemplo a una tetera con agua, mediante una variación de temperatura, la forma en que las partículas se desordenan es mayor cada vez, en relación a la temperatura del sistema. La misma variación del orden, desde un gran desagregamiento, hasta la casi quietud total, se produce en la medida que quitamos calor al sistema. Esto es obvio. Entonces la entropía de un sistema siempre aumenta, sin importar si lo calentamos o lo enfriamos. Como la entropía es una medida de la variación del orden de las partículas, sin importar que éste sea un concepto sólo termodinámico, ha sido exportado a la imaginación general, y el sistema calórico se ha asociado al universo. Entonces, si el universo es un sistema, su entropía no hace más que aumentar, haciendo que su actividad de estocasticidad aumente, y como lo aleatorio no lo comprendemos, le endilgamos el caos.

El pensamiento lleva fácilmente a campos sembrados de flores incomprensibles. Mientras más incomprensibles, más atractivas. El caos es la medida de lo incomprensible, y como ya vio que aumenta, y no se lo comprende, habrá que darle una explicación mítica. Por desgracia no es posible decir que es culpa del "Gran gusano", o del "Chupacabras", ni del "Imbunche", porque todos ellos son mitos en un universo distinto del científico. ¿Y entonces qué?. Entonces el incomprensible y siempre creciente caos debe tener un lugar en que alojarse, y como es incomprensible en otro lugar que no sea el universo, entonces el universo se ha de estar expandiendo permanentemente, de modo de alojar al rebelde caos. ¿Qué tal?: Casi, casi, una religión. Pero no tiene dios, ni santos, ni profetas, lo que la hace muy moderna, e inofensiva: Sólo mágica, como cualquier religión.

En este punto místico, es cuando uno dice: ¡Sabia sincronía mágica del gran universo Bang!, como me has traído despacito, hasta este punto de inflexión reflexiva: Si el caos aumenta, si es el gran sentido universal de las cosas, si su misión es la expansión, y la incomprensión, entonces ha de haber partido de un punto inicial en que todo estaba comprendido, y ordenado. ¡Ah Tomás, Tomás, con tu causa primera! dirán muchos que hayan llegado a este punto de esta divagación. No tengan ustedes temor. Sólo estoy dejándome llevar de un sentido inductivo, matemático, e incluso más general: Será, diría, casi literario. En algún momento todo ha de haber estado en calma, quieto. Pensemos tal vez en la nada. Pregunto: ¿Hay orden, o hay desorden?. Pues si no hay nada, habrá que reconocer que en un comienzo todo era orden. No deseo molestar a nadie, ni que nadie deje tan interesante pensamiento ahora, así que en beneficio de la compañía, aceptaré cualquier explicación para la subdivisión de la nada en algo. Una extremadamente poética dice: "Al principio, nada existía. Sólo el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas". Otra postula que: En un comienzo todo era quietud, y de pronto se produjo una gran disociación de la nada. Entonces la nada se deformó, y se produjo en ella una pequeña grieta, a través de la cual escapó la materia. Su antítesis produjo una deformación intensa de la nada, que se llamó espacio, a la cual quedó completamente atada la materia. Aquello que ata a la materia con su antítesis, es lo que se llama energía. Así comenzó todo. Bueno, habrá quien tenga otras versiones, sin embargo esto no se trata de proliferar en teorías, mitos, y magias. Sólo pensemos que dejó de haber nada, y hubo un primer algo. ¿Se le puede llamar, por facilidad, "el rocamol"?. Pues bien: Primero que todo (otros dicen: Primero que nada, pero en esta divagación éso importaría un retroceso, y yo quisiera avanzar) se tiene un sólo y puro rocamol: ¿Está ordenado o no?. ¡Perdón!, diría alguien. ¿Ordenado respecto a qué?. Pues, no habiendo nada más, ha de ser respecto de sí mismo. Entonces no cabe duda alguna que está ordenado. Así, si mi rocamol, por cualquier proceso se divide en dos rocamoles: ¿Están ordenados. Para resumir: Sí. Sin importar lo que suceda, cómo suceda, o cuándo lo haga, sólo se referencian un rocamol al otro, por lo que no se podría afirmar, mientras se les visualice, que están desordenados: No hay misterios, o incomprensiones en relación a ellos. Entonces, asumidos dos rocamoles, se puede decir que dado un rocamol, al incorporar otro nuevo, este estará ordenado, respecto del sistema existente. ¿Se atreven a hacer la prueba con un tercer rocamol?. Por supuesto que me atrevo, ya que si tengo un sistema de rocamoles ordenado, al incorporar uno nuevo, éste nuevo estará ordenado respecto del anterior, y ese respecto de su anterior, y así sucesivamente, estarán todos ordenados, luego no hay riesgo alguno.

Aquello último, que demuestra que todos los rocamoles estarán siempre ordenados, es lo que se llama el método de la inducción. Menciono su nombre sólo por si llegara a suceder que al final de este artículo, usted está de acuerdo conmigo, y desea salir a predicar estas verdades (casi religiosas), y necesita defender los dogmas con algunos buenos conceptos.

Es el momento de preguntarse: ¿Cuales son las reglas que ordenan cada rocamol con otro cualquiera?. La respuesta es simple, y debe ser planteada con seguridad, sin miedos, ni temores: No lo sé. Sólo sé que existe. Lo importante es que no tiene importancia cual sea, sino sólo que existe, y ésta es la que redunda en orden. Para su consuelo, les puedo asegurar que ciertos conjuntos de rocamoles han tomado comportamientos sistemáticos y repetitivos, de modo que han sido identificados en distintos espacios. Para facilitar la conversación, a esos conjuntos rocamólicos organizados de modo que se repiten sus formas organizativas y sus reglas operativas, se les ha asignado nombres sustantivos, así como a cada uno se le nombró "rocamol", a esos otros, ya gregarizados, se les dirá por ejemplo: "Cucurbitáceo", o "agua", en fin, sucesivamente, y del todo arbitrario. Sólo diré que esos nombres son tan ancestrales, que al llegar yo, estaban todos asignados. Se cree que los asignaron ciertos seres primitivos, y primigenios, que adquirieron un comportamiento comunicacional, si bien primitivo, no por ello menos complejo, que en un comienzo fue sólo auditivo. Estos seres compuestos a su vez de infinidad de rocamoles básicos, constituían un sistema complejo, que hacía sonidos. Para facilitar la conversación, ellos se llamaron a sí mismos: "personas", y desde entonces las cosas comenzaron a tener nombres. Tontamente las personas empezaron a intentar comprenderlo todo, cosa que no consiguieron. Todo aquello que no comprendían lo denominaban "misterio" cuando tenía un cierto comportamiento siempre igual pero inexplicable. En cambio cuando el comportamiento era inútil, le daban el nombre "absurdo". O también cuando no eran capaces de entender el comportamiento, ni la razón, ni la regla, o ni siquiera si era posible que lo que notaban hoy pudiera repetirse después, entonces lo llamaron "Caos", porque cuando notaban que sin saber cómo, se repetía su comportamiento, forma, o situación, pero no eran capaces de descubrir la regla de su orden, entonces le dijeron "azar", y lo utilizaban para divertirse, y apostar sobre él.

Cuando el tiempo pasó, la cantidad de las cosas, todas creadas a partir del nada, de su escisión, de la materia, la energía, el rocamol, e incluidos los fenómenos, que es el nombre que las personas le dieron al resultado que sobre las cosas tenían las reglas de su comportamiento, sea que se lo explicaran o no; se multiplicó intensamente, hasta el punto que contarlas era en extremo aburridor, y que entonces se dijo "infinito" para explicar aquel aburrimiento, fue virtualmente imposible que alguien llevara documentación de todo lo habido, más aún que las personas aparecieron cuando ya todo lo demás estaba, y no sólo eso, sino que muchísimas cosas, casi diría infinitas, no estaban ni siquiera al alcance de sus posibilidades, partiendo por el borde del universo, y hasta llegar a cosas tan cercanas pero pequeñas en tamaño o en concepto o imperceptibles a los sentidos, de modo que sólo las sospechamos, o conocemos a través de artilugios que las personas hemos fabricado. Y aquí se topa con otra cosa: Todo aquello que las propias personas han inventado y fabricado, que no siempre son explicables para otras personas. También todo aquello que se ha inventado y no existe, sino sólo como una invención, pero que utilizamos a veces como ejemplo a emular, o incluso como lo que se ha dado en llamar arquetipos, y también las admoniciones, los dogmas y tanto y tanto y mucho más.

Así pues el infinito llegó casi a aterrar a las personas, tanto que se le transformó en divinidad, lo mismo que al absoluto, que no son más que intentos de llegar a explicar aquello que jamás se entenderá. Pues bien, cuando las reglas, formas, modos, estructuras llegaron al infinito, y la posibilidad de las personas de ver más y más lejos, ya no con los ojos, y de oír más y más allá, pero ya no con los oídos, y de palpar más allá de la tangibilidad, pero con aparatos, que así fue como se llamó a aquellas cosas que el hombre hizo en su intento de domeñarlo todo, se hizo incomprensible, inmanejable, inconmensurable, y sólo se traducía en enormidad incomprensible, entonces para asignarle una explicación que calmara el asombro, las personas dijeron: "No es explicable, es el caos que sólo crece, y esa es su única regla". Pero el dogma no hace el fenómeno, sino todo lo contrario. La inducción serena de la razón, muestra que todo es orden absoluto, y que el caos es sólo la medida de la incapacidad de comprender.

Entonces entendí que el pensamiento de aquellos que sólo lo utilizan para divagar, llega a la comprensión mucho antes, como aquel escritor que mencioné al principio. Él ya sabía que el caos no es desorden, sino la medida de la incapacidad de entender, en relación a lo que ya se ha descifrado.

Kepa Uriberri